lunes, 4 de mayo de 2015

CLIL (Content and Language Integrated Learning), o cómo reinventar lo que ya se sabía





Las modas van y vienen en todos los aspectos de la vida. Lo vemos en la ropa, cuando vuelven a llevarse los pantalones acampanados un año y se descartan por los pitillos al siguiente, o en la música, cuando de repente oímos remixes de canciones que creíamos olvidadas. En educación también pasa, y de qué manera. Se ponen de moda distintas maneras de dar clase, distintos métodos de aprendizaje; de repente debemos dejar de guiar a los alumnos y alumnas y dejar que descubran el mundo por sí mismos/as, para el día siguiente retomar la tiza y la pizarra sin olvidarnos de las nuevas tecnologías, que resultan no ser tan positivas pasados unos meses. En la enseñanza de inglés como lengua extranjera se ha puesto muy de moda el CLIL, que viene a ser enseñar una asignatura en un idioma que no sea el materno. Esto que tan moderno parece es más viejo que yo, que aprendí euskera inmersa en la lengua y recibiendo todas las asignaturas en un idioma que no era el mío, pero ahora le han puesto un nombre molón con siglas en mayúsculas, lo han dirigido a la enseñanza del inglés y han creado toda una industria alrededor de la novedosa noción de que un idioma se aprende mejor si se utiliza en un contexto comunicativo. Han descubierto el círculo, vaya. 
Una gran cantidad de colegios en Vitoria alardean de enseñar a sus alumnos y alumnas ciencias en inglés (no confundir con el modelo trilingüe, que es otra cosa y va más allá, aunque se basa en el mismo concepto de dar asignaturas en inglés). No es de extrañar, ya que el Gobierno Vasco creó un programa (a mi gusto muy bien planteado) mucho antes de que el CLIL se convirtiera en moda. Se dejaron de lado los libros y empezaron a darse los contenidos lingüísticos al tiempo que se aprendía algo con ellos, como ocurre con el primer idioma, y los resultados no fueron nada malos. Había un problema, sin embargo: el proyecto necesitaba que el profesorado estuviera formado y requería muchas horas de preparación, algo que no todos estaban dispuestos a hacer. Y entonces llegaron las editoriales, edulcoraron el concepto y crearon libros con fichas que la profesora podía utilizar sin ninguna preparación nada más llegar a clase. Todo el mundo hace ahora CLIL, con mayor o menor acierto, porque está en el libro de texto. Pero dar una ficha en cada tema sobre reciclaje, o el ciclo del agua, o países del mundo no significa dar una asignatura en inglés. CLIL va mucho más allá de rellenar los huecos y unir con flechas. 
Este año me toca dar plástica en inglés. En realidad no es plástica, sino arte, ya que observamos obras de otros, analizamos los procesos y luego intentamos imitarlos (aunque a veces llego con una ficha de “recorta y colorea” porque no me ha dado tiempo a más, seamos sinceros). Reconozco que al principio era un poco escéptica y me daba la sensación de que estaba “perdiendo el tiempo” con algo que no era inglés, pero ahora veo los resultados y me sorprendo de lo mucho que ha mejorado la comprensión de mis alumnos. Toda la clase es en inglés, y ellos y ellas también necesitan comunicar los mensajes más simples en inglés. De no hablar ni una sola palabra hemos pasado a la intención de decirlo todo en inglés, aunque sea por signos. Se ayudan mutuamente, aprenden frases hechas que yo repito sin cesar sin darme cuenta, comprenden mensajes bastante complejos. Todo porque han unido el dicho y el hecho, y han aprendido el lenguaje haciendo. No saben analizar una frase y decirme cuál es el sujeto de “Can I borrow your scissors, please?”, pero saben usarlo y responder correctamente. Creo que es fundamental unir la lengua con el conocimiento, y algo tan sencillo como la asignatura de plástica puede ser un vehículo muy adecuado para que los más tímidos y tímidas se suelten y empiecen a pedir permiso para utilizar los pinceles. 
CLIL no es repartir fichas, no es rellenar huecos, no es subrayar el verbo. CLIL es hacer que les pique la curiosidad, que quieran aprender sobre el tema que estáis viendo y que lo hagan en inglés, con el esfuerzo extra que eso supone. Está muy de moda, sí, pero me gustaría saber cuántos y cuántas de nosotras lo estamos haciendo bien (me incluyo, vaya si me incluyo). Bien hecho es un gran recurso, pero si lo enfocamos solo a los objetivos lingüísticos es el mismo perro con distinto collar. No hace falta inventar nada nuevo, sino usar el sentido común. En próximos posts, si el tiempo lo permite, hablaré más de esta nueva tendencia de las clases de inglés, pero de momento os pregunto: ¿dais alguna asignatura en inglés? ¿Qué tal os va?