¿Y qué nos dicen las familias hippies? Bueno, pues esta en cuestión nos ha venido a decir que su hija tiene que venir a la escuela a ser feliz. Que no puede sentirse frustrada, que tiene que disfrutar cada hora, que la escuela tiene que fabricar niños felices. También nos ha dicho que esta es una mierda de escuela y que su hija destaca en la clase porque es de lo mejorcito que hay y el resto de los alumnos/as son una mierda, pero eso ya si tal lo dejo para otro momento, que de ese tipo tenemos varias y me sirven para hacer un post aparte. Volvamos al tema de la felicidad.
Sí, lo de que los niños tienen que ser felices en la escuela se ha puesto de moda gracias, entre otras cosas, a ese maestro cuyo nombre no quiero pronunciar que va de adalid de la infancia escribiendo libros sobre lo maravilloso que es él y lo bien que lo hace todo (pero ha salido del aula y se dedica a dar charlas y a escribir libros, no vaya a ser que alguien quiera ir a observarlo y le pille en un mal día, digo yo). Ahora resulta que llamarle la atención a un niño o a una niña u "obligarles" a hacer algo que no quieren es frustrarles, y la frustración (parece ser) es la cuna de la infelicidad. Ellos tienen que poder venir al colegio y hacer lo que les dé la santa gana, como hacen en casa, o más, y luego ya lo de aprender a pensar, aprender a aprender, los procesos de comprensión y todo eso, ya si tal, para otro rato. Esta familia en cuestión es de las que permite que la cría se quede en casa cuando a ella le apetece argumentando enfermedades fantasma que nunca trata un médico y viene cada dos por tres a hablar con la profesora sobre emociones, sentimientos y demás. Por suerte, la niña es lista y no se está resintiendo de tanta falta de asistencia, pero como os podéis imaginar sus queridos progenitores son lo más querido de la escuela. Sobre todo de la tutora.
Lo que yo me muero por decirle a este tipo de familia, y lo haría si tuviera más mano izquierda, es que LOS NIÑOS Y NIÑAS NO VIENEN A LA ESCUELA A SER FELICES, TIENEN QUE VENIR FELICES DE CASA. Más de una vez y más de dos nos ha venido un crío o cría a decirnos que no quiere ir a casa, que allí se aburre, o tiene que cuidar a sus hermanos, o tiene que aguantar broncas entre sus padres, o está solo/a y tiene que apañárselas como buenamente puede. Niños y niñas que no tienen ninguna estructura en casa (no hablo de familias monoparentales, divorciadas ni el largo etcétera a las que siempre culpamos de todo, sino de estructura, normas, una mínima disciplina) agradecen como agua de mayo que les des una coordenadas por las que moverse, unas reglas que se lean más como un manual de instrucciones que como un castigo. Hemos pasado de no poder movernos en clase, no poder hablar sin levantar la mano, no poder participar ni dar nuestra opinión, a que los profesores y profesoras tengan manos y pies atados porque en cuanto le llaman la atención a un niño o niña te viene la madre o el padre a protestar. "Mi hija ayer no fue feliz contigo". Créeme, yo ahora mismo tampoco lo soy. La vida es así, hemos nacido para sufrir (no).
El bienestar de los niños y niñas es primordial, fuera y dentro del aula. Todos los estudios demuestran que se aprende más a través de conexiones personales con los compañeros y compañeras y con el profesorado que con el libro de texto o métodos impersonales. Nunca un robot podrá sustituir el cariño que le pone un docente al explicar algo (y la mala leche tampoco, es verdad). Tenemos que buscar metodologías que fomenten la creatividad, la toma de decisiones, la autoevaluación y la autonomía, sí, pero todo dentro de un orden y una estructura. Una escuela es un reflejo en pequeño de la sociedad que nos rodea, y una de sus funciones es la de dar a nuestros niños y niñas unas normas dentro de las cuales moverse y funcionar. Ahí fuera hay leyes, y a veces no nos hacen felices, pero aprendemos a sortearlas y manejarnos dentro de ellas. ¿Más teatro, más música, más plástica? Sí, sí, sí. ¿Más proyectos, más trabajo en grupo, más tecnología? Sí, sí, sí. Pero dentro de un orden. La felicidad también se obtiene por haber conseguido un reto, por haber logrado mejorar y alcanzado un objetivo. Debemos ponernos de acuerdo, escuela y familias, para entender qué es lo que realmente hace feliz a nuestros niños y niñas, porque sin esa unión el trabajo de ambos es inútil. Y bastante ocupadas/os estamos ya para andarnos con tonterías.