martes, 17 de noviembre de 2015

Adaptabilidad

Si hay una palabra con la que un profesor o profesora se tiene que definir es la adaptabilidad. Con adaptabilidad me refiero a la habilidad de ajustar nuestra metodología, nuestros contenidos e incluso nuestro humor en un momento determinado a lo que nos marquen las circunstancias. No es lo mismo dar clase un lunes por la mañana que la tarde de un viernes, o un día de nieve, o un caluroso día de verano, por decir lo más obvio. A nuestros alumnos y alumnas les afecta todo, desde lo que han desayunado esa mañana hasta el tiempo que se ve al otro lado de la ventana. Y nosotras y nosotros también somos de carne y hueso, con nuestro humor y nuestros buenos y malos días. Por no hablar de las circunstancias externas que se puedan dar en un colegio, como un cambio de hora repentino, una sustitución, falta de tiempo para preparar material, cambio de clase, obras, un día especialmente ruidoso en el aula de al lado... Hay mil circunstancias por las que nuestro plan puede verse amenazado.

Partiendo de la base de que en el profesorado hay todo tipo de personas y que todos y todas aprendemos a nuestro ritmo, yo creo que la adaptabilidad es una cualidad que se adquiere con los años. Cuanto empezamos a trabajar en el aula nos gusta llevar todo bien planeado, bien apuntado, sin margen a la improvisación. Si tenemos planeado explicar el presente continuo del inglés, consideramos una clase fracasada aquella en la que entra la jefa de estudios a dar un mensaje y nos interrumpe la clase, o esa frustrante mañana en la que los niños y niñas están más emocionados por la excursión del día siguiente que por nuestra clase. Con el tiempo se aprende a escapar de la dictadura del plan y modelar la hora a nuestras necesidades. En lugar de tenerlos veinte minutos escuchándote para que luego hagan los ejercicios, explica lo básico en cinco y ponlos a trabajar en grupos en un texto sencillo, o creando una conversación. A veces los cambios de planes dan resultados maravillosos, y lo que parecía un parche para un momento de tensión se convierte en una lección que apuntas para repetir en otro momento. Así se va haciendo un equipaje de ideas, de técnicas, de metodologías que podrás usar cuando las necesites. Hay profesoras que lo hacen casi de forma instintiva y tienen una cualidad especial para saber qué necesita su grupo en todo momento desde el primer día que entran en clase; otros y otras dependemos de esa maleta que hemos ido formando con los años, pero tarde o temprano todos llegamos a esa adaptabilidad que tan importante se nos hace en clase.

Para los y las que acabáis de empezar en esto de la educación y no tuvisteis un buen modelo en vuestras prácticas de grado, he aquí una serie de ideas para el aula de inglés de las que podéis echar mano cuando sintáis que la clase se os escapa de las manos. Como siempre, dependerá de vuestras necesidades y de las de los niños y niñas.

  • A veces una sustitución, una enfermedad, una visita al médico, etc. se come nuestras horas libres y nos es imposible preparar la clase que nos toca como nos gustaría. Piensa que no todo es gramática en el aula de inglés, y una clase de plástica te puede servir muy bien para trabajar el vocabulario que estás dando en clase, o introducir algo nuevo. Díctales un monstruo ("it's got two heads, five eyes and three hands"), pídeles que hagan un cartel sobre el tema que estáis dando, o que hagan fichas de vocabulario. Esto también puede servir para los días en los que están muy inquietos e inquietas y no hay manera de hacerles prestar atención. 
  • Ten siempre a mano una ficha fácil que puedan hacer ellos y ellas solas o en grupo. Colorear por números, unir el color con el nombre, una ficha de vocabulario, una sopa de letras... Si tienes ordenador en el aula, hoy en día hay cientos de páginas que ya tienen todo este tipo de ejercicios; tómate cinco minutos para encontrar una, imprímela y manda a un niño o niña a buscar las fotocopias. Perfecto para los grupos apáticos de los que pareces no sacar nada. 
  • Con los pequeños, hay días en los que no hay manera de contar el cuento. Ponles a bailar. Haz rimas, canciones, juegos, que se muevan. Es imposible dar una clase magistral con un grupo que no puede estarse quieto y atendiendo: ni lo intentes. 
  • Si tienes la posibilidad de poner películas en clase, aprovecha. No abuses de este recurso o los niños y niñas se van a pensar que la clase de inglés es un choteo, pero es perfecto para un viernes por la tarde en el que los peques ya no dan más de sí. 
  • Si están muy parlanchines, aprovecha. Pídeles que creen un diálogo, una historia que contar a la clase. Pueden incluso dramatizar un libro sencillo que ya conozcan. Prepárate para que haya ruido, esta no es una actividad silenciosa. 
Éstas son solo un puñado de ideas, pero estoy convencida de que solo con leerlas ya se te han ocurrido un montón más. Flexibilidad, adaptabilidad, el don de aprovechar las virtudes de tus alumnos y alumnas y sortear las dificultades que se te vayan planteando, son características que cualquier profesional de la educación debe tener. Luego ya hablaremos del currículum, de la LOMCE y todo lo que venga detrás, pero ante todo, los niños y niñas. Y tu salud mental, que también es importante. 

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