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jueves, 10 de septiembre de 2015

Septiembre: el retorno.




Se acabaron los cinco días de paz y tranquilidad que el Ministerio de Educación (o las buenas costumbres, no me queda claro) nos regalaron para organizar los ciento ochenta días de curso lectivo que nos vienen por delante. Esta semana han llegado los monstruos y las "monstruas", y ahí nos hemos puesto nosotras y nosotros, la bata bien atada, el botón que se cayó el año pasado aún sin coser, las fotocopias hechas y la mesa aún ordenada, aunque ya apunta maneras y empiezan a definirse montoncitos que se convertirán en montañas antes de octubre. Si eres nuevo o nueva, igual soñabas con hacer una entrada triunfal en tu primera clase, dejar a tus alumnos y alumnas de piedra con una lección de esas en las que todos se levantan y te dan una ovación y empiezan a gritar eso de "oh, capitán, mi capitán" subidos a la mesa mientras tú lanzas el libro de texto por la ventana, pero ya estamos a diez de septiembre y probablemente te habrás dado cuenta de que de eso nada. Horario de mañana, reuniones a todas horas, niños y niñas que no aparecen en la lista, plazas de profesorado aún sin cubrir... Lo de la clase con ovación incluida déjalo para enero, que igual los Reyes Magos te traen una varita mágica y hay suerte.

Lo que no significa que no hayas tenido una semana (o tres días) más que completita, aunque tus horas delante de la pizarra hayan sido mínimas. Si tu experiencia ha sido parecida a la mía, probablemente te haya tocado ya tu primera sustitución con un grupo que no conoces, limpiar algún moco, calmar alguna lágrima y el primer encontronazo con un padre o madre que quiere que su hijo se quede al comedor según a él/ella le convenga, como quien pide mesa en un restaurante (por poner un ejemplo de antojos, vaya). Puede que, como yo, ya hayas desatascado la fotocopiadora un par de veces, hayas aprendido cómo imprimir desde el ordenador con el programa nuevo, te hayas intentado apuntar a un curso sin éxito porque la aplicación informática está saturada y te hayan cambiado el horario de clase tres veces (y todas las habías pasado a limpio, con colores distintos para cada clase, cada hora... monísimo). Quizás te haya tocado también barrer una clase llena de bichos o pasar el rodillo con pintura fresca por unas paredes demasiado manoseadas, o mover muebles a pulso de un lado a otro del pasillo (y es que el bedel, pobre, no llega a todo) mientras los niños revolotean a tu alrededor y tratan de contarte algo sobre sus vacaciones.

Tranquila. Tranquilo. Es normal. Se llama "comienzo de curso", de apellido "jornada continua", y vuelve loco y loca a las mayores profesionales. Tú piensa en las tardes de verano que aún te quedan en las que no tienes que llevarte a casa nada para corregir, y disfruta, porque se acabará pronto. El otoño llegará antes de lo que esperas; refrescará, lloverá, pero a ti no te importará, porque no podrás salir de casa hasta terminar de corregir las veinte redacciones que te has traído de deberes.

El curso ha empezado. Tu vida como la has conocido en julio y agosto ha llegado a su final. Bienvenida a la normalidad. Bienvenido a septiembre.

lunes, 31 de agosto de 2015

Empieza el cole. ¡Iuju!




Oh, septiembre, por qué eres tú septiembre. Mes de cambios, mes de comienzos, mes en el que todo el mundo vuelve a apuntarse al gimnasio, vuelve a prometer dejar de fumar, vuelve a decir lo de “este año empiezo la dieta antes, que luego me pilla el toro”; vuelve, en resumen, a prometer todo lo que prometió el uno de enero y dejó de hacer el día cinco. Mes también en el que vuelve el cole, y los y las profesoras volvemos a oír aquello de “qué, después de tres meses de vacaciones la vuelta se hace dura, ¿eh?”. Aparte de ese mes extra que nos dan todos los veranos, sí, la vuelta se hace dura. Si la gente tiene depresión post-vacacional después de quince días en la playa, imagínese usted después de dos meses. 
Pero volvemos con ganas, igual que los niños y niñas, que están hasta el gorro de ir a la piscina con los abuelos y se mueren por reconectar con sus amigos y amigas. El siete o el ocho de septiembre los tendremos otra vez en el aula, lo que nos da toda una semana para preparar lo que haremos en clase cuando lleguen. ¿Qué haremos en esos días? De todo. De hecho, tendremos la cabeza tan llena de ideas que esa semana se nos hará corta, pero si te organizas y priorizas igual consigues que te sobren unos días para organizar alguna de esas actividades que dijiste que llevarías a cabo en junio (si eres nueva/o, todo eso que se te ha ocurrido desde que has sabido que ibas a empezar de cero en un cole nuevo). 
He aquí una lista para los y las novatas que nunca hayan empezado un curso en un cole nuevo. No las escribo en orden de importancia, pero son pequeños detalles que yo encuentro muy útiles a la hora de empezar un nuevo curso. Lo primero: no te agobies. Hay muchas cosas que querrás hacer (como, por ejemplo, planear la primera semana de clase, o el primer mes) que te serán muy difíciles si aún no conoces a tus alumnos/as. Date tiempo. Piensa que tienes todo un curso para hacerlo bien (y meter la pata, y corregirlo, y volver a meter la pata). 
  • Consigue una lista con los nombres de tus alumnos/as. Si eres tutor/a, asegúrate de que la lista viene con los números de teléfono de los tutores legales. Cuando empiece el curso, si tus alumnos/as son mayorcitos/as, no estaría de más que repasaras los teléfonos con la clase para asegurarte de que están al día por si hay alguna emergencia. Un consejo: no escribas los nombres en ningún sitio de donde no puedas borrarlos con facilidad. El principio del curso escolar trae un montón de cambios, y muchos de los nombres de la lista no aparecerán el primer día de clase, o se añadirán nuevos nombres. Espera una semana a hacer esos maravillosos carteles con los nombres o a apuntarlos en tu cuaderno de notas. 
  • Recoge la clase y tira todo lo que no necesites. No guardes las pinturas rotas por si puedes usarlas para algo. Líbrate de las fotocopias que la profesora del año pasado no usó pero dejó “por si acaso”. Libera espacios y lleva los materiales que no vayas a usar al almacén o algún lugar fuera de tu clase. Si fueras un gato, estarías marcando tu territorio. Es tu clase, empieza de cero, crea tu espacio. 
  • Prepara la clase según tu estilo. Asegúrate de tener sillas y mesas suficientes para todos los niños y niñas de tu clase (y algún extra no vendría mal, pero eso ya es más difícil). Coloca las mesas según tu estilo de dar clase (en U, en grupos, individuales, en parejas…), pero asegúrate de que puedes cambiarlo fácilmente por si tienes que corregir algo a mitad de curso. Estudia tu clase. ¿Dónde puedes poner la biblioteca, si es que quieres una? ¿Y el rincón de juegos para los niños más pequeños? ¿Un rincón de experimentación? Está en tu mano. Hazlo ahora, durante el curso será más difícil. 
  • Consigue material. Piensa en el instrumental básico que necesitas: pinturas, lápices extras, cartulinas, tizas… Durante el curso tendrás otras muchas necesidades, pero está bien tener un mínimo en clase. ¿Qué asignaturas vas a dar? ¿Necesitas diccionarios, cartulinas para hacer carteles, folios? Vete colocando el material por la clase y poniendo carteles para que los alumnos y alumnas lo encuentren con facilidad. 
  • Haz varias copias de tu horario. Pega una en un cuaderno, otra en la mesa donde siempre puedas verlo, en la pared donde puedan verlo los niños/as. Para noviembre te lo habrás aprendido, pero es muy útil si te tienen que sustituir. Deja también una lista de clase donde cualquiera pueda encontrarla (sin más datos personales que los nombres y apellidos). 
  • Aprende las normas básicas del colegio. Apunta cuándo te toca cuidar el patio, cuáles son las rutinas para entrar y salir del colegio (a veces se vigilan las escaleras), el horario de reuniones cuando empiecen las clases, tus obligaciones con respecto a seminarios, grupos de trabajo y demás. Créeme, dar clase no es lo único que se espera de ti. Y por favor, sé puntual. 
  • Familiarízate con el currículum. Echa un vistazo a los libros que tienes que utilizar. Lee los objetivos del curso. No te asustes por lo que parece una tarea imposible, los niños y niñas aprenden a veces a pesar del profesor/a. Lo lograrán y lo lograrás. 
  • Planifica la primera semana de clase, dejando margen para el cambio. Si eres tutora, tendrás que conocer primero a tus alumnos y alumnas. Piensa en juegos, en actividades que no sean cien por cien académicas. No significa que se vayan a pasar la primera semana jugando, pero es bueno que contemples estos primeros días como una adaptación para ti. Es el momento de saber cuánto saben. No des por supuesto que, si están en tercero, tienen que saber todo lo que dieron en segundo. Si eres especialista, prepárate para una lluvia de nombres y caras que no se diferenciarán unas de otras hasta Navidad. Haz algún juego que te permita saber el nivel de cada curso (estoy pensando en inglés, pero en música y gimnasia vale lo mismo). Repasa el horario con ellos/as. Explica qué esperas de ellos/as, cuál es tu estilo, qué vais a hacer durante el curso. Sé firme pero no inflexible. Preocúpate por conocerlos/as. 

Si consigues hacer todo esto en la primera semana de trabajo, en esos benditos días en los que puedes trabajar sin niños/as, estarás más que preparado/a para enfrentarte a lo que te echen. No te agobies, te va a dar tiempo; piensa que vas a pasar seis horas en el colegio, son suficientes para hacer de todo. Acomódate, haz tuya tu clase, conoce a tus compañeros y compañeras y disfruta de tu nuevo destino. Piensa que vas a pasar todo un año allí y terminará siendo como tu segunda casa. Disfruta. Relájate. Prepárate.
Empieza el curso. ¡A por ellos!