Creo que es justo, antes de invitarte a seguir este blog, que te explique cuál es mi filosofía de la educación. No es tarea fácil, porque nadie me ha pedido nunca que lo haga y a veces me cuesta identificarla incluso a mí misma, pero voy a hacer un intento por definirla. Permite que me llene de contradicciones.
1. Mi filosofía es cambiante
Mi forma de ver la educación hoy en día no tiene nada que ver a cómo la veía hace unos años. Yo era otra persona, con otras experiencias, otra edad, otra visión de la vida. Mis alumnos tampoco eran los mismos que tengo ahora; no solo porque al principio de mi carrera como profesora me fui a trabajar al extranjero y poco tenía que ver un alumnado con otro, sino porque los tiempos cambian y las generaciones también. Una niña de seis años hace quince años y una niña de seis años de ahora no tienen las mismas inquietudes ni los mismos entornos, y eso hay que tenerlo en cuenta. Dentro de diez años, mi alumnado será distinto y yo seré otra persona.
Dicho lo cual, yo veo la educación como una herramienta para hacer seres pensantes, más que como un trasvase de información. Hoy en día todos los datos que necesitamos están al alcance de un clic, y de nada sirve obligar a los chavales y chavalas a aprenderse la longitud del río Tajo cuando el móvil tiene la respuesta. Con esto no quiero decir que no haya que aprender geografía o historia, o la importancia de saberse de carrerilla la tabla del ocho. Pero hay que enseñarles a aplicar esos conocimientos, a distinguir entre opinión y dato científico, a ser críticos con los millones de gigas de información que tienen al alcance de sus dedos. De nada me sirve que se sepan el verbo “to be” si luego no saben pedir una hamburguesa en un McDonalds de Londres. Porque yo no fui a un país extranjero hasta los veintitrés, pero muchos de mis alumnos han estado ya en Inglaterra y necesitan de esas herramientas.
2. Es flexible
La enseñanza tiene que adaptarse al alumnado, no al revés. Vivimos tiempos en los que las ciudades se nos han llenado de gente de otras partes del mundo, y ya todas las escuelas (al menos las públicas) saben lo que es tener niños y niñas que no hablan el idioma de instrucción de la escuela. No podemos mantener la misma metodología con alumnado nativo y con alumnado extranjero. No podemos juzgar con el mismo rasero a aquel que lo tiene todo a favor (familia estable, situación económica segura, capacidad intelectual media-alta) y aquel que tiene que hacer un esfuerzo para venir a la escuela porque la educación es lo último que se valora en casa. Nuestra materia prima son los niños y las niñas, y mi enseñanza debe ir dirigida a que ellos y ellas adquieran de mí la mayor cantidad de herramientas posibles para salir adelante en esta sociedad.
3. Es amena
La enseñanza tiene que ser amena. Hace no mucho, una profesional del gremio vino a nuestro centro a decirnos que los niños y niñas de infantil también tienen que aprender a aburrirse. Puede que tenga razón, pero no creo que la escuela deba ser ese lugar. La escuela debe ser un lugar que provoque, que despierte la imaginación, que haga pensar, que divierta (teniendo siempre en cuenta que no es un circo; también se viene a trabajar). Considero una lección fracasada aquella en la que siento que mis alumnos y alumnas se están aburriendo. Hasta la gramática inglesa puede ser entretenida si se enfoca de la manera adecuada.
4. Es feminista
Yo soy feminista, por lo tanto mi filosofía de la educación es feminista. Os habréis dado cuenta por el uso repetido de alumnos y alumnas, niños y niñas, maestros y maestras, pero por si no os habíais fijado, os lo repito: soy feminista. En mi clase todos y todas somos iguales, no permito que se encasille a nadie en un rol determinado. Las niñas no tienen por qué ser princesas y los niños pueden llorar cuando quieran. La escuela es el lugar adecuado para trabajar los roles de género y convertir nuestra sociedad en un lugar más justo y más abierto. La violencia de género, la homosexualidad, la sexualidad… Son temas que quizás deberían trabajarse en casa, pero como no se hace tiene que encargarse la escuela.
5. Es laica
La religión no tiene cabida en el aula. Las cruces y velos deberían quedarse fuera, en casa y en la calle, nunca en clase. Trabajo con niños y niñas de distintas religiones y hemos conseguido vivir en armonía gracias a dejar los rezos en la puerta. Valores cívicos y ética, todo lo que se quiera. La religión, fuera.
6. Es moderna
Si alguien del siglo diecinueve levantara la cabeza, se perdería en nuestras ciudades, se horrorizaría con los coches, no entendería el complejo entramado que es Internet. El concepto de volar de un lado para otro, el teléfono, la televisión, no digamos ya los móviles… Todo sería nuevo para esa persona. Pero en cuanto pusiera un pie en una escuela se daría cuenta de dónde está, porque seguimos con el mismo modelo educativo que se inventó con la revolución industrial. Pupitres encarando pizarras (por más que ahora sean digitales), un profesor o profesora dando la lección, silencio mientras la persona adulta habla… Seguimos con patrones que deberían haberse quedado obsoletos hace años, y nos cuesta cambiar. A pesar de todos los avances de la tecnología, en clase seguimos usando papel y lápiz y el ordenador muy de vez en cuando. Estamos en la era digital y necesitamos hacer de nuestros niños y niñas seres alfabetizados en nuevas tecnologías. No digo que el papel y el boli no tengan su lugar, pero igual que dejamos el papiro por el papel poco a poco tendremos que admitir que las nuevas tecnologías requieren su espacio.
Así, a grandes rasgos, veo yo la educación. El noventa por ciento del tiempo soy coherente con lo que pienso y actúo en consecuencia; el otro diez por ciento es viernes y estoy demasiado cansada para seguir mis instintos. Si te gusta lo que has leído, si tú también piensas así, puede que este blog sea para ti. Si eres más de tiza y silencio en el aula mientras hacen los diez ejercicios que les has pasado en la fotocopia, quizás emplees mejor tu tiempo leyendo los clasificados del periódico.
A los y las que se quedan, bienvenidos y bienvenidas. Por favor, participad en los comentarios, y si no estáis de acuerdo, hacédmelo saber. A diferencia del profesorado de toda la vida, yo soy muy consciente de que me equivoco a menudo. Y prefiero que me lo hagan saber.