martes, 17 de noviembre de 2015

Adaptabilidad

Si hay una palabra con la que un profesor o profesora se tiene que definir es la adaptabilidad. Con adaptabilidad me refiero a la habilidad de ajustar nuestra metodología, nuestros contenidos e incluso nuestro humor en un momento determinado a lo que nos marquen las circunstancias. No es lo mismo dar clase un lunes por la mañana que la tarde de un viernes, o un día de nieve, o un caluroso día de verano, por decir lo más obvio. A nuestros alumnos y alumnas les afecta todo, desde lo que han desayunado esa mañana hasta el tiempo que se ve al otro lado de la ventana. Y nosotras y nosotros también somos de carne y hueso, con nuestro humor y nuestros buenos y malos días. Por no hablar de las circunstancias externas que se puedan dar en un colegio, como un cambio de hora repentino, una sustitución, falta de tiempo para preparar material, cambio de clase, obras, un día especialmente ruidoso en el aula de al lado... Hay mil circunstancias por las que nuestro plan puede verse amenazado.

Partiendo de la base de que en el profesorado hay todo tipo de personas y que todos y todas aprendemos a nuestro ritmo, yo creo que la adaptabilidad es una cualidad que se adquiere con los años. Cuanto empezamos a trabajar en el aula nos gusta llevar todo bien planeado, bien apuntado, sin margen a la improvisación. Si tenemos planeado explicar el presente continuo del inglés, consideramos una clase fracasada aquella en la que entra la jefa de estudios a dar un mensaje y nos interrumpe la clase, o esa frustrante mañana en la que los niños y niñas están más emocionados por la excursión del día siguiente que por nuestra clase. Con el tiempo se aprende a escapar de la dictadura del plan y modelar la hora a nuestras necesidades. En lugar de tenerlos veinte minutos escuchándote para que luego hagan los ejercicios, explica lo básico en cinco y ponlos a trabajar en grupos en un texto sencillo, o creando una conversación. A veces los cambios de planes dan resultados maravillosos, y lo que parecía un parche para un momento de tensión se convierte en una lección que apuntas para repetir en otro momento. Así se va haciendo un equipaje de ideas, de técnicas, de metodologías que podrás usar cuando las necesites. Hay profesoras que lo hacen casi de forma instintiva y tienen una cualidad especial para saber qué necesita su grupo en todo momento desde el primer día que entran en clase; otros y otras dependemos de esa maleta que hemos ido formando con los años, pero tarde o temprano todos llegamos a esa adaptabilidad que tan importante se nos hace en clase.

Para los y las que acabáis de empezar en esto de la educación y no tuvisteis un buen modelo en vuestras prácticas de grado, he aquí una serie de ideas para el aula de inglés de las que podéis echar mano cuando sintáis que la clase se os escapa de las manos. Como siempre, dependerá de vuestras necesidades y de las de los niños y niñas.

  • A veces una sustitución, una enfermedad, una visita al médico, etc. se come nuestras horas libres y nos es imposible preparar la clase que nos toca como nos gustaría. Piensa que no todo es gramática en el aula de inglés, y una clase de plástica te puede servir muy bien para trabajar el vocabulario que estás dando en clase, o introducir algo nuevo. Díctales un monstruo ("it's got two heads, five eyes and three hands"), pídeles que hagan un cartel sobre el tema que estáis dando, o que hagan fichas de vocabulario. Esto también puede servir para los días en los que están muy inquietos e inquietas y no hay manera de hacerles prestar atención. 
  • Ten siempre a mano una ficha fácil que puedan hacer ellos y ellas solas o en grupo. Colorear por números, unir el color con el nombre, una ficha de vocabulario, una sopa de letras... Si tienes ordenador en el aula, hoy en día hay cientos de páginas que ya tienen todo este tipo de ejercicios; tómate cinco minutos para encontrar una, imprímela y manda a un niño o niña a buscar las fotocopias. Perfecto para los grupos apáticos de los que pareces no sacar nada. 
  • Con los pequeños, hay días en los que no hay manera de contar el cuento. Ponles a bailar. Haz rimas, canciones, juegos, que se muevan. Es imposible dar una clase magistral con un grupo que no puede estarse quieto y atendiendo: ni lo intentes. 
  • Si tienes la posibilidad de poner películas en clase, aprovecha. No abuses de este recurso o los niños y niñas se van a pensar que la clase de inglés es un choteo, pero es perfecto para un viernes por la tarde en el que los peques ya no dan más de sí. 
  • Si están muy parlanchines, aprovecha. Pídeles que creen un diálogo, una historia que contar a la clase. Pueden incluso dramatizar un libro sencillo que ya conozcan. Prepárate para que haya ruido, esta no es una actividad silenciosa. 
Éstas son solo un puñado de ideas, pero estoy convencida de que solo con leerlas ya se te han ocurrido un montón más. Flexibilidad, adaptabilidad, el don de aprovechar las virtudes de tus alumnos y alumnas y sortear las dificultades que se te vayan planteando, son características que cualquier profesional de la educación debe tener. Luego ya hablaremos del currículum, de la LOMCE y todo lo que venga detrás, pero ante todo, los niños y niñas. Y tu salud mental, que también es importante. 

martes, 22 de septiembre de 2015

Ventajas de los "epals", "penpals", etc, y cómo aprovecharlas en el aula



Hoy no vengo a descubriros nada nuevo, por mucho palabrerío en inglés que use o términos mordernos que nos quieran vender. Los "epals", los "pen pals" o los amigos por carta de toda la vida son tan viejos como la Super Pop, donde al final de la revista te venía una sección de "contactos" que poco tenía que ver con la de los periódicos y sus fotos guarrillas; allí encontrabas adolescentes de todas las edades buscando cartearse con gente de su misma edad para crear amistades fuera de su ciudad. La gente exponía su nombre, apellido y dirección postal sin apuros y esperaba que un alma caritativa se animara a escribir una carta a un perfecto desconocido o desconocida con la ilusión de hacer amigos. He de confesar que yo siempre leía esta sección y más de una vez escribí una carta, pero al final me achanté y nunca las mandé. Hoy, con la llegada de los emails y los mensajes al móvil, estas secciones ya no existen. Que levanten la mano los/las afortunados/as que reciben una carta manuscrita en el buzón fuera de las fiestas navideñas. Qué ariscos nos hemos vuelto.

Lo que no significa que los pen pals hayan muerto. Las nuevas tecnologías han conseguido que ciertas puertas se vuelvan obsoletas, pero han creado inmensos portones con los que comunicarnos con otros lugares del mundo. Internet nos da la oportunidad de ir un paso más allá en el uso de los amigos por carta como recurso en clase, y ya no tenemos por qué limitarnos a escribir porque podemos mandar fotos, vídeos y enlaces de sonido. Pero, ¿merece la pena meterse en el berenjenal que supone contactar con otra clase y mantener el contacto durante todo un año? Yo lo he hecho tres cursos seguidos, y la respuesta es un rotundo SÍ. Las ventajas de escribirse con otra escuela son numerosas, y las horas que empleemos en llevar a cabo este programa serán horas (de clase, de preparación) muy bien empleadas. Y no soy yo la única que opina así. Para escribir este post he echado un vistazo en la web por si alguien lo había escrito antes y mejor que yo y, por supuesto, lo he encontrado. Jose A. Alcalde López ha compartido este documento en SlideShare que explica muy bien por qué y cómo se pueden usar los pen pals en la escuela. Yo, con vuestro permiso, voy a dar también mi opinión.

  • Las lenguas se deben aprender en un contexto comunicativo. Presentarse ante tus compañeros de clase en quinto de primaria cuando llevas con ellos y ellas desde los dos años es ridículo, por mucho que la actividad del libro lo pida. Si esa actividad se la mandamos a alguien que no nos conoce, nos estamos presentando de verdad, estamos tratando de enviar un mensaje. Ese debe ser el objetivo de cualquier tarea escrita. 
  • Escribir para alguien que no sea la profesora de inglés motiva. Si yo sé que mi carta la va a leer alguien que de verdad está deseando recibir noticias mías, me voy a esmerar más en hacerlo lo mejor posible. Si, además, esa persona es nativa en el idioma en el que me estoy comunicando, más todavía. 
  • No todos nuestros alumnos y alumnas van a tener la oportunidad de conocer hablantes nativos de inglés. Los viajes al extranjero son un lujo para según qué familias, ya ni hablamos de cursos de idiomas en Inglaterra o Estados Unidos. Así igualamos el campo de juego, dando las mismas posibilidades a todos y a todas. 
  • Comunicándonos con otros y otras en la lengua extranjera nos damos cuenta del valor que ésta tiene. Es lo que tenemos en común, lo que nos une, con lo que nos comunicamos. 
No solo nos comunicamos escribiendo. Internet permite mandar fotos, vídeos, archivos de sonido. Portales como Youtube o Vimeo son formas estupendas de poder intercambiar archivos que no cabrían en un email, y además podemos usarlos para más cosas (una presentación en el blog de aula, un mensaje navideño a las familias...). Siempre con cuidado y teniendo en cuenta que tratamos con menores, por supuesto. He aquí una breve lista de cosas a tener en cuenta cuando nos comunicamos con otra clase:
  • No permitas que intercambien datos personales, más allá del nombre y la edad. Yo controlo todos sus mensajes y los mandan a partir de mi cuenta. Un año organicé con la otra profesora una carpeta en Dropbox donde iba metiendo todas las cartas que los niños y niñas escribían. Ellos y ellas en ningún momento tuvieron la dirección de correo de los miembros de la otra clase y nosotras controlamos todo el contenido de las cartas. No se trata de corregir el lenguaje o censurar ideas, sino de asegurarte que no están compartiendo nada que pueda poner en peligro su identidad. 
  • Asegúrate de tener el permiso de las familias para mandar imágenes. No tienen por qué salir del entorno educativo y no tienen por qué ser expuestas en ningún medio. Youtube tiene un modo oculto que es muy práctico para "esconder" vídeos. Puedes invitar a quien sea por medio de email, pero nadie que no tenga tu invitación puede acceder al vídeo. 
  • Pide a la otra profesora que respete la intimidad de tus alumnos/as. Seguramente ella también tenga restricciones, pero por si acaso.

Escribir es un rollo. ¿Cómo puedo sacarle más provecho?


Prepara un power point sobre la escuela (si tienes asignatura de tecnología, este proyecto es perfecto), o ponlos a trabajar por grupos sobre un tema que les interese y que quieran compartir con la nueva escuela. Graba un vídeo con una breve presentación de cada uno de tus alumnos/as (Youtube tiene una excelente herramienta de edición de vídeo por si, como yo, eres un poco desastre con los programas que hay por ahí). Manda tarjetas de Navidad por correo ordinario, con un pequeño regalo o souvenir típico de tu ciudad. Haz un vídeo en el que les enseñes el colegio, con alumnos y alumnas de otras edades, profes y todo. Crea un periódico con las noticias locales de tu ciudad para que lo lean al otro lado del charco. Las posibilidades son infinitas. 

¿Pero yo con quién hablo?


Tengo la suerte de tener amigos y amigas extranjeras que también son docentes y con los que me pongo de acuerdo a la hora de llevar a cabo la actividad. Su lengua materna es el inglés y eso anima a mis alumnas y alumnos a usar el idioma lo mejor que pueden, porque quieren que les entiendan. Pero no hace falta tener contactos, porque hoy en día hay páginas como ePals que te permiten registrarte como profesora y buscar una clase que te interese. Yo te recomiendo que sea una clase extranjera con un nivel de inglés parecido al de la tuya; si son nativos, probablemente les interese practicar el segundo idioma que están aprendiendo y, además, su nivel será demasiado alto, pero si también están aprendiendo inglés como segunda lengua tendrán un nivel parecido y mucho interés por aprender (en mi caso hay muchos motivos por los que funciona con nativos, como su nivel académico o que el inglés es su segunda lengua por más que sea la oficial del país). Mi experiencia es que es mucho más motivador escribirse con alguien extranjero que con el vecino de al lado, pero si te sale la oportunidad de comunicarte con una escuela cercana y luego podéis hacer que se conozcan, tampoco es mal plan (de hecho, es lo que voy a intentar yo este año, a ver qué sale). La gente que ha utilizado páginas como ePals habla maravillas de ella; te recomiendo probarlo, no pierdes nada. 


Como digo, yo llevo poniéndome en contacto con otra escuela tres años, y he visto resultados muy positivos. La niña que nunca habla en clase se abre y se esfuerza en contarle su vida a su nueva amiga, o el niño que no tiene ningún interés en el idioma se molesta en buscar la forma correcta de decir algo porque quiere que le entiendan. Merece, y mucho, el tiempo que vas a emplear grabando vídeos, editándolos y subiéndolos a la red (ay, las conexiones velocidad tortuga del colegio...). Piensa en cómo hubiéramos flipado de pequeñas y pequeños si un día nuestro profe de inglés nos hubiera dicho "este año nos vamos a cartear con una clase de Grecia". Así flipan hoy en día también, aunque sea otra generación. 

lunes, 21 de septiembre de 2015

Classroom Activities: Questionnaire


Today I come with an activity that you can use in the classroom. It should be used at the beginning of the school year, but it works fine anytime with a class you don't know well. The idea is that the children create their own questionnaire, writing the questions themselves, and then move around the class to ask them to at least one child. Pretty simple, nothing new under the sun, but effective and highly motivating.

I did this in sixth grade at the beginning of the school year, but you can do it in any grade you see fit, as long as they have the needed language to create the questions. I already know the class and they know each other well, but we had a new student this year and I thought it would be a good way of giving him a chance to know his peers. We did this activity in groups to account for different levels, so everybody had help while doing this (apart from mine, that is). The steps were more or less as follows:

  • I explained the task (always in English) giving them oral examples of what a question is. I asked questions to some students who were capable of answering, and then tried it again with the ones that have more trouble. This took about 5 minutes. 
  • As a whole groups, we wrote four questions on the blackboard. All of them were questions they had already heard a million times, but it was a good way for them to review. This took also around 5 minutes, maybe a bit more. 
  • I told them to write another six questions in groups. They were supposed to be as original as possible, trying to get new information from their classmates. I walked around the class to help while they worked in groups of 3-4. This can take up to 20 minutes. 
  • Once they had finished, they were told to stand up and choose a person with whom to practice. They had to ask all ten questions to the same person and write down the answer. The goal here was communication, so one-word answers were OK. We did this until the end of the class. Some students got to ask two partners. 
It worked very well, and even the students who rarely speak in class got some speaking practice. It was a good way to review questions, and a good way to get the blood pumping after a long summer. Some of them were pretty creative with their questions, too, and they learned a few grammar points that we hadn't worked on before. All in all, great experience. I encourage you to try it. 

jueves, 10 de septiembre de 2015

Septiembre: el retorno.




Se acabaron los cinco días de paz y tranquilidad que el Ministerio de Educación (o las buenas costumbres, no me queda claro) nos regalaron para organizar los ciento ochenta días de curso lectivo que nos vienen por delante. Esta semana han llegado los monstruos y las "monstruas", y ahí nos hemos puesto nosotras y nosotros, la bata bien atada, el botón que se cayó el año pasado aún sin coser, las fotocopias hechas y la mesa aún ordenada, aunque ya apunta maneras y empiezan a definirse montoncitos que se convertirán en montañas antes de octubre. Si eres nuevo o nueva, igual soñabas con hacer una entrada triunfal en tu primera clase, dejar a tus alumnos y alumnas de piedra con una lección de esas en las que todos se levantan y te dan una ovación y empiezan a gritar eso de "oh, capitán, mi capitán" subidos a la mesa mientras tú lanzas el libro de texto por la ventana, pero ya estamos a diez de septiembre y probablemente te habrás dado cuenta de que de eso nada. Horario de mañana, reuniones a todas horas, niños y niñas que no aparecen en la lista, plazas de profesorado aún sin cubrir... Lo de la clase con ovación incluida déjalo para enero, que igual los Reyes Magos te traen una varita mágica y hay suerte.

Lo que no significa que no hayas tenido una semana (o tres días) más que completita, aunque tus horas delante de la pizarra hayan sido mínimas. Si tu experiencia ha sido parecida a la mía, probablemente te haya tocado ya tu primera sustitución con un grupo que no conoces, limpiar algún moco, calmar alguna lágrima y el primer encontronazo con un padre o madre que quiere que su hijo se quede al comedor según a él/ella le convenga, como quien pide mesa en un restaurante (por poner un ejemplo de antojos, vaya). Puede que, como yo, ya hayas desatascado la fotocopiadora un par de veces, hayas aprendido cómo imprimir desde el ordenador con el programa nuevo, te hayas intentado apuntar a un curso sin éxito porque la aplicación informática está saturada y te hayan cambiado el horario de clase tres veces (y todas las habías pasado a limpio, con colores distintos para cada clase, cada hora... monísimo). Quizás te haya tocado también barrer una clase llena de bichos o pasar el rodillo con pintura fresca por unas paredes demasiado manoseadas, o mover muebles a pulso de un lado a otro del pasillo (y es que el bedel, pobre, no llega a todo) mientras los niños revolotean a tu alrededor y tratan de contarte algo sobre sus vacaciones.

Tranquila. Tranquilo. Es normal. Se llama "comienzo de curso", de apellido "jornada continua", y vuelve loco y loca a las mayores profesionales. Tú piensa en las tardes de verano que aún te quedan en las que no tienes que llevarte a casa nada para corregir, y disfruta, porque se acabará pronto. El otoño llegará antes de lo que esperas; refrescará, lloverá, pero a ti no te importará, porque no podrás salir de casa hasta terminar de corregir las veinte redacciones que te has traído de deberes.

El curso ha empezado. Tu vida como la has conocido en julio y agosto ha llegado a su final. Bienvenida a la normalidad. Bienvenido a septiembre.

lunes, 31 de agosto de 2015

Empieza el cole. ¡Iuju!




Oh, septiembre, por qué eres tú septiembre. Mes de cambios, mes de comienzos, mes en el que todo el mundo vuelve a apuntarse al gimnasio, vuelve a prometer dejar de fumar, vuelve a decir lo de “este año empiezo la dieta antes, que luego me pilla el toro”; vuelve, en resumen, a prometer todo lo que prometió el uno de enero y dejó de hacer el día cinco. Mes también en el que vuelve el cole, y los y las profesoras volvemos a oír aquello de “qué, después de tres meses de vacaciones la vuelta se hace dura, ¿eh?”. Aparte de ese mes extra que nos dan todos los veranos, sí, la vuelta se hace dura. Si la gente tiene depresión post-vacacional después de quince días en la playa, imagínese usted después de dos meses. 
Pero volvemos con ganas, igual que los niños y niñas, que están hasta el gorro de ir a la piscina con los abuelos y se mueren por reconectar con sus amigos y amigas. El siete o el ocho de septiembre los tendremos otra vez en el aula, lo que nos da toda una semana para preparar lo que haremos en clase cuando lleguen. ¿Qué haremos en esos días? De todo. De hecho, tendremos la cabeza tan llena de ideas que esa semana se nos hará corta, pero si te organizas y priorizas igual consigues que te sobren unos días para organizar alguna de esas actividades que dijiste que llevarías a cabo en junio (si eres nueva/o, todo eso que se te ha ocurrido desde que has sabido que ibas a empezar de cero en un cole nuevo). 
He aquí una lista para los y las novatas que nunca hayan empezado un curso en un cole nuevo. No las escribo en orden de importancia, pero son pequeños detalles que yo encuentro muy útiles a la hora de empezar un nuevo curso. Lo primero: no te agobies. Hay muchas cosas que querrás hacer (como, por ejemplo, planear la primera semana de clase, o el primer mes) que te serán muy difíciles si aún no conoces a tus alumnos/as. Date tiempo. Piensa que tienes todo un curso para hacerlo bien (y meter la pata, y corregirlo, y volver a meter la pata). 
  • Consigue una lista con los nombres de tus alumnos/as. Si eres tutor/a, asegúrate de que la lista viene con los números de teléfono de los tutores legales. Cuando empiece el curso, si tus alumnos/as son mayorcitos/as, no estaría de más que repasaras los teléfonos con la clase para asegurarte de que están al día por si hay alguna emergencia. Un consejo: no escribas los nombres en ningún sitio de donde no puedas borrarlos con facilidad. El principio del curso escolar trae un montón de cambios, y muchos de los nombres de la lista no aparecerán el primer día de clase, o se añadirán nuevos nombres. Espera una semana a hacer esos maravillosos carteles con los nombres o a apuntarlos en tu cuaderno de notas. 
  • Recoge la clase y tira todo lo que no necesites. No guardes las pinturas rotas por si puedes usarlas para algo. Líbrate de las fotocopias que la profesora del año pasado no usó pero dejó “por si acaso”. Libera espacios y lleva los materiales que no vayas a usar al almacén o algún lugar fuera de tu clase. Si fueras un gato, estarías marcando tu territorio. Es tu clase, empieza de cero, crea tu espacio. 
  • Prepara la clase según tu estilo. Asegúrate de tener sillas y mesas suficientes para todos los niños y niñas de tu clase (y algún extra no vendría mal, pero eso ya es más difícil). Coloca las mesas según tu estilo de dar clase (en U, en grupos, individuales, en parejas…), pero asegúrate de que puedes cambiarlo fácilmente por si tienes que corregir algo a mitad de curso. Estudia tu clase. ¿Dónde puedes poner la biblioteca, si es que quieres una? ¿Y el rincón de juegos para los niños más pequeños? ¿Un rincón de experimentación? Está en tu mano. Hazlo ahora, durante el curso será más difícil. 
  • Consigue material. Piensa en el instrumental básico que necesitas: pinturas, lápices extras, cartulinas, tizas… Durante el curso tendrás otras muchas necesidades, pero está bien tener un mínimo en clase. ¿Qué asignaturas vas a dar? ¿Necesitas diccionarios, cartulinas para hacer carteles, folios? Vete colocando el material por la clase y poniendo carteles para que los alumnos y alumnas lo encuentren con facilidad. 
  • Haz varias copias de tu horario. Pega una en un cuaderno, otra en la mesa donde siempre puedas verlo, en la pared donde puedan verlo los niños/as. Para noviembre te lo habrás aprendido, pero es muy útil si te tienen que sustituir. Deja también una lista de clase donde cualquiera pueda encontrarla (sin más datos personales que los nombres y apellidos). 
  • Aprende las normas básicas del colegio. Apunta cuándo te toca cuidar el patio, cuáles son las rutinas para entrar y salir del colegio (a veces se vigilan las escaleras), el horario de reuniones cuando empiecen las clases, tus obligaciones con respecto a seminarios, grupos de trabajo y demás. Créeme, dar clase no es lo único que se espera de ti. Y por favor, sé puntual. 
  • Familiarízate con el currículum. Echa un vistazo a los libros que tienes que utilizar. Lee los objetivos del curso. No te asustes por lo que parece una tarea imposible, los niños y niñas aprenden a veces a pesar del profesor/a. Lo lograrán y lo lograrás. 
  • Planifica la primera semana de clase, dejando margen para el cambio. Si eres tutora, tendrás que conocer primero a tus alumnos y alumnas. Piensa en juegos, en actividades que no sean cien por cien académicas. No significa que se vayan a pasar la primera semana jugando, pero es bueno que contemples estos primeros días como una adaptación para ti. Es el momento de saber cuánto saben. No des por supuesto que, si están en tercero, tienen que saber todo lo que dieron en segundo. Si eres especialista, prepárate para una lluvia de nombres y caras que no se diferenciarán unas de otras hasta Navidad. Haz algún juego que te permita saber el nivel de cada curso (estoy pensando en inglés, pero en música y gimnasia vale lo mismo). Repasa el horario con ellos/as. Explica qué esperas de ellos/as, cuál es tu estilo, qué vais a hacer durante el curso. Sé firme pero no inflexible. Preocúpate por conocerlos/as. 

Si consigues hacer todo esto en la primera semana de trabajo, en esos benditos días en los que puedes trabajar sin niños/as, estarás más que preparado/a para enfrentarte a lo que te echen. No te agobies, te va a dar tiempo; piensa que vas a pasar seis horas en el colegio, son suficientes para hacer de todo. Acomódate, haz tuya tu clase, conoce a tus compañeros y compañeras y disfruta de tu nuevo destino. Piensa que vas a pasar todo un año allí y terminará siendo como tu segunda casa. Disfruta. Relájate. Prepárate.
Empieza el curso. ¡A por ellos!


lunes, 4 de mayo de 2015

CLIL (Content and Language Integrated Learning), o cómo reinventar lo que ya se sabía





Las modas van y vienen en todos los aspectos de la vida. Lo vemos en la ropa, cuando vuelven a llevarse los pantalones acampanados un año y se descartan por los pitillos al siguiente, o en la música, cuando de repente oímos remixes de canciones que creíamos olvidadas. En educación también pasa, y de qué manera. Se ponen de moda distintas maneras de dar clase, distintos métodos de aprendizaje; de repente debemos dejar de guiar a los alumnos y alumnas y dejar que descubran el mundo por sí mismos/as, para el día siguiente retomar la tiza y la pizarra sin olvidarnos de las nuevas tecnologías, que resultan no ser tan positivas pasados unos meses. En la enseñanza de inglés como lengua extranjera se ha puesto muy de moda el CLIL, que viene a ser enseñar una asignatura en un idioma que no sea el materno. Esto que tan moderno parece es más viejo que yo, que aprendí euskera inmersa en la lengua y recibiendo todas las asignaturas en un idioma que no era el mío, pero ahora le han puesto un nombre molón con siglas en mayúsculas, lo han dirigido a la enseñanza del inglés y han creado toda una industria alrededor de la novedosa noción de que un idioma se aprende mejor si se utiliza en un contexto comunicativo. Han descubierto el círculo, vaya. 
Una gran cantidad de colegios en Vitoria alardean de enseñar a sus alumnos y alumnas ciencias en inglés (no confundir con el modelo trilingüe, que es otra cosa y va más allá, aunque se basa en el mismo concepto de dar asignaturas en inglés). No es de extrañar, ya que el Gobierno Vasco creó un programa (a mi gusto muy bien planteado) mucho antes de que el CLIL se convirtiera en moda. Se dejaron de lado los libros y empezaron a darse los contenidos lingüísticos al tiempo que se aprendía algo con ellos, como ocurre con el primer idioma, y los resultados no fueron nada malos. Había un problema, sin embargo: el proyecto necesitaba que el profesorado estuviera formado y requería muchas horas de preparación, algo que no todos estaban dispuestos a hacer. Y entonces llegaron las editoriales, edulcoraron el concepto y crearon libros con fichas que la profesora podía utilizar sin ninguna preparación nada más llegar a clase. Todo el mundo hace ahora CLIL, con mayor o menor acierto, porque está en el libro de texto. Pero dar una ficha en cada tema sobre reciclaje, o el ciclo del agua, o países del mundo no significa dar una asignatura en inglés. CLIL va mucho más allá de rellenar los huecos y unir con flechas. 
Este año me toca dar plástica en inglés. En realidad no es plástica, sino arte, ya que observamos obras de otros, analizamos los procesos y luego intentamos imitarlos (aunque a veces llego con una ficha de “recorta y colorea” porque no me ha dado tiempo a más, seamos sinceros). Reconozco que al principio era un poco escéptica y me daba la sensación de que estaba “perdiendo el tiempo” con algo que no era inglés, pero ahora veo los resultados y me sorprendo de lo mucho que ha mejorado la comprensión de mis alumnos. Toda la clase es en inglés, y ellos y ellas también necesitan comunicar los mensajes más simples en inglés. De no hablar ni una sola palabra hemos pasado a la intención de decirlo todo en inglés, aunque sea por signos. Se ayudan mutuamente, aprenden frases hechas que yo repito sin cesar sin darme cuenta, comprenden mensajes bastante complejos. Todo porque han unido el dicho y el hecho, y han aprendido el lenguaje haciendo. No saben analizar una frase y decirme cuál es el sujeto de “Can I borrow your scissors, please?”, pero saben usarlo y responder correctamente. Creo que es fundamental unir la lengua con el conocimiento, y algo tan sencillo como la asignatura de plástica puede ser un vehículo muy adecuado para que los más tímidos y tímidas se suelten y empiecen a pedir permiso para utilizar los pinceles. 
CLIL no es repartir fichas, no es rellenar huecos, no es subrayar el verbo. CLIL es hacer que les pique la curiosidad, que quieran aprender sobre el tema que estáis viendo y que lo hagan en inglés, con el esfuerzo extra que eso supone. Está muy de moda, sí, pero me gustaría saber cuántos y cuántas de nosotras lo estamos haciendo bien (me incluyo, vaya si me incluyo). Bien hecho es un gran recurso, pero si lo enfocamos solo a los objetivos lingüísticos es el mismo perro con distinto collar. No hace falta inventar nada nuevo, sino usar el sentido común. En próximos posts, si el tiempo lo permite, hablaré más de esta nueva tendencia de las clases de inglés, pero de momento os pregunto: ¿dais alguna asignatura en inglés? ¿Qué tal os va?

lunes, 16 de marzo de 2015

De cuando asaltan las dudas, o cómo no ser experta en nada.


Me da un poco de vértigo, pero si cuento los años que llevo como profesora llego casi a una cifra redonda, dieciocho añitos ni más ni menos. Fui de las afortunadas que empezó a trabajar nada más terminar la carrera, y entre que tuve un poco de suerte y me busqué las habichuelas hasta en el extranjero no he dejado de ser maestra ni un solo año de mi vida. Yo sería inútil en una isla desierta, porque lo único que sé hacer es enseñar. Ni hacer bikinis con lianas, ni balsas con troncos. Habría muerto en el primer episodio de "Perdidos".

Y aún así, todavía tengo la sensación de que no sé nada. Hoy mismo, dando clase a los de tercero, me he visto en el brete de tener que enganchar a un alumno que se aburría en clase y no he sido capaz. Sé que cuando un alumno se aburre la culpa es mía, porque los niños y las niñas tienen una curiosidad innata que les obliga a aprender de cada experiencia. Lo mismo con los que saben mucho (este año tengo alumnos nativos), ¿cómo hago para que no den la hora por perdida? Y al resto de la clase, ¿les estoy dando el input necesario? ¿Soy clara, me entienden, les interesa lo que digo? ¿Cómo hacer para que ellos y ellas hablen? ¿Qué hago con esa clase donde más de la mitad del alumnado no llega a los mínimos requeridos en el curso? ¿Y cómo engancho a esos niños y niñas de infantil a los que el inglés se la trae al pairo?

Preguntas, preguntas, preguntas. A algunas me contesto con rapidez. Los y las alumnas nativas que tengo este año necesitan material extra, algún proyecto, algo que puedan hacer con un grupo de altas capacidades para enganchar a esos tres o cuatro alumnos y alumnas que están a punto de volar pero necesitan ayuda extra. Al chaval que no puede centrar la atención en clase debo ponerlo a trabajar en grupo, darle alguna tarea sobre los temas que le interesan. Son respuestas fáciles. Y entonces viene lo de siempre: ¿de dónde saco esos recursos? ¿De dónde saco tiempo para prepararlo? ¿Cómo puedo individualizar mis prácticas cuando tengo ocho clases distintas y más de cien alumnos y alumnas que necesitan mi atención? Tiempo, bendito tiempo. Y dinero. Y recursos. Y una clase física de inglés que mute con cada una de mis necesidades.

De momento he empezado por apuntar todas las preguntas que se me ocurren en un cuaderno, junto con sus respuestas (si se me ocurren, y si no, buen tema para un post y que me echéis un cable). Veré si puedo ir dando salida a cada uno de los problemas, o al menos a un puñado. Quizás el cuaderno me ayude a atacar cada cuestión de una en una, en vez de agobiarme con todo lo que hago mal o a lo que no consigo llegar. Quizás lo deje en la segunda página, harta ya de tantas dudas. Hoy, para empezar, ya tengo las dos horas de exclusiva ocupadas con lo que he escrito en el cuadernillo de marras.

Veremos.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Sir Ken Robinson

Cualquier docente que se precie, y más si es de inglés, conoce a este experto en educación que da charlas para distintas instituciones, pero como hace tiempo que no escribo nada y la siguiente entrada va a tardar en llegar, aquí os dejo algunos de sus vídeos para que matéis un poco el tiempo. Merecen la pena los diez minutos largos (o veinte, más bien) de cada uno.


domingo, 1 de febrero de 2015

Por qué no me gustan los libros de texto

No me gustan los libros de texto. Soy de esas profesoras que se siente atada de pies y manos cuando se enfrenta a un curso en el que manda la editorial de turno, y no mi instinto. No es algo nuevo, pero es un gusto (o disgusto, que dirían los que traducen literalmente del inglés) que he ido adquiriendo con el paso de los años y la experiencia. Debo dejar claro que no tiene nada que ver con la calidad de los libros y sí con mi metodología personal; las editoriales han hecho una labor excelente y los libros de ahora poco tienen que ver con aquellos libros de mi infancia donde solo había ejercicios y gramática a palo seco . Para que veáis que mis preferencias son razonadas, he aquí una lista de ventajas que ofrecen los libros de texto sobre, por ejemplo, el trabajo por proyectos. 

Está todo hecho: Con un libro de texto puedes llegar a clase a primera hora de la mañana y decir “¿qué vamos a hacer hoy?” cinco minutos antes de que entren tus alumnos y alumnas en clase. Página cuarenta y tres, ejercicio cinco, y luego un “listening”. Listo. 
El curriculum está estructurado: No te hace falta pensar en qué tienes que dar en cada curso, porque el libro lo hace por ti. El vocabulario, la gramática, el tipo de escritos que tienes que ir metiendo en cada curso… Todo. Claro que lo que ven en primero no lo vuelven a ver en toda la etapa y se da por sabido, pero esa es otra historia.
Da seguridad: Bien unido a lo anterior, muchas profesoras y profesores basan (basamos) el desarrollo del curso en cómo van en el libro. “Estoy por el tema tres y todavía no ha terminado el trimestre, voy bien”, sin pensar en qué has dado en esos tres temas o cómo lo has dado. Pero es verdad que si consigues terminar el libro ese año, en teoría el alumnado tendrá el nivel que se requiere para el curso. Siempre y cuando el alumnado haya adquirido los conocimientos, claro.
Trabaja las cuatro destrezas: Los libros de texto suelen estar bastante equilibrados en cuanto a las cuatro destrezas (lectura, escritura, comprensión oral y producción oral). Si lo preparas por tu cuenta, corres el riesgo de cojear de alguna de ellas. 
Para el profesorado nuevo, es un salvavidas: Cuando no tienes experiencia en clase o no conoces a tu alumnado, el libro es una tabla de salvación. Te dice todo lo que tienes que saber y enseñar, no te hace falta reinventar la rueda cada vez que entras en clase. Si eres un profesor o profesora novel, te recomiendo usar libro de texto en clase en tus primeros años, hasta que tengas seguridad suficiente y conozcas a tu alumnado

Pero cuando llevas unos años dando clase y, sobre todo, cuando tienes estabilidad en un centro y sabes que vas a ser tú quien saque el proyecto adelante, las supuestas ventajas se convierten en pegas. Me explico:

Está todo hecho: Lo que significa que no puedes meter nada nuevo. Los libros de texto suelen estar programados para las horas de inglés que tengas en cada ciclo, con lo que no te queda tiempo material para añadir nada. Puedes, por supuesto, saltarte una lección y hacerla como a ti te dé la gana, o arriesgarte a no terminar el libro y dejar los dos últimos temas sin dar. Pero las familias han comprado un libro que tú has recomendado, bajo la promesa de que lo ibas a usar en clase. ¿Con qué cara les dices que no has dado un tercio del libro porque no te gusta como está expuesto? Ahora, con el programa de libro solidario (al menos en Euskadi), ese problema se reduce porque las familias no tienen que comprar el libro, que ya es algo.
Por otro lado, cuando el libro te lo da todo hecho es difícil no perder la perspectiva y terminar diciendo “estamos en el tema cuatro” en lugar de “estamos dando el tema de las compras en el supermercado”, con lo que pierdes la noción de lo que de verdad es el inglés: una herramienta de comunicación. 
El curriculum está estructurado… según el criterio de la editorial: ¿En qué lugar del curriculum pone que haya que enseñar la familia en primero? Si vives en un mundo urbano, ¿cómo de cercanos son los animales de granja para tu alumnado? ¿No sería mejor, por ejemplo, hablar de la ciudad y de los supermercados? Tú conoces a tus niños y niñas mejor que nadie, tú eres quien debe decidir qué contenidos dar en cada curso. La experiencia te dirá qué les interesa y cómo puedes motivar mejor a tus alumnos y alumnas. 
Aburre: No hay libro de texto que motive tanto como un proyecto bien enfocado. ¿Ejercicios sobre cómo hacer el pasado en inglés o leer y producir información sobre el antiguo Egipto, el imperio romano, la Edad Media? No hay color. Guarda los ejercicios para uno de esos días raros en los que ni ellos ni tú tenéis ganas de trabajar a tope. 
Trabaja las cuatro destrezas… pero se deja mucha oralidad: Los libros de texto están hechos para que hable la profesora o el profesor. Rara vez trabajan en grupo, rara vez tienen la oportunidad de contar sus experiencias. Aprovecha los “listening” del libro de texto (que suelen ser estupendos), pero hazles hablar a ellos y ellas. Que imiten el modelo. Te sorprenderán. 
No tiene lenguaje real: Todo lo que aparece en el libro de texto está hecho para alumnado extranjero aprendiendo el idioma. No es real, y en el mundo en el que hoy vivimos, donde nuestros alumnos y alumnas viajan mucho más de lo que viajábamos nosotras a su edad, necesitan ejemplos reales que se vayan a encontrar ahí fuera. La mayoría de la gente no habla como en los listenings, y los textos de ahí fuera se ven el equivalente a nuestro “apagao” o “terminao”, a lo que no están acostumbrados en el libro.

Pero mi motivo principal para huir del libro de texto es que me aburro soberanamente cuando llevo más de un año dando lo mismo. En teoría, los libros se cambian cada cuatro años, lo que me parece fantástico para las economías de las familias por lo de aprovechar los libros del mayor para el pequeño, pero es una verdadera tortura para el profesorado. Y si yo me aburro, mis alumnos y alumnas se aburren. Todo va unido. 

¿Cómo lo ves tú? ¿Estás de acuerdo con mi desprecio a los libros de texto o eres de las que consigue hacer amena una clase con cuatro ejercicios de rellenar los huecos? Este año me temo que me ha tocado libro de texto en todos los cursos y estoy abierta a todas las grandes ideas que tengáis. ¡Compartid, por favor!

martes, 27 de enero de 2015

Mi filosofía de la educación

Creo que es justo, antes de invitarte a seguir este blog, que te explique cuál es mi filosofía de la educación. No es tarea fácil, porque nadie me ha pedido nunca que lo haga y a veces me cuesta identificarla incluso a mí misma, pero voy a hacer un intento por definirla. Permite que me llene de contradicciones. 

 1. Mi filosofía es cambiante
Mi forma de ver la educación hoy en día no tiene nada que ver a cómo la veía hace unos años. Yo era otra persona, con otras experiencias, otra edad, otra visión de la vida. Mis alumnos tampoco eran los mismos que tengo ahora; no solo porque al principio de mi carrera como profesora me fui a trabajar al extranjero y poco tenía que ver un alumnado con otro, sino porque los tiempos cambian y las generaciones también. Una niña de seis años hace quince años y una niña de seis años de ahora no tienen las mismas inquietudes ni los mismos entornos, y eso hay que tenerlo en cuenta. Dentro de diez años, mi alumnado será distinto y yo seré otra persona. 
Dicho lo cual, yo veo la educación como una herramienta para hacer seres pensantes, más que como un trasvase de información. Hoy en día todos los datos que necesitamos están al alcance de un clic, y de nada sirve obligar a los chavales y chavalas a aprenderse la longitud del río Tajo cuando el móvil tiene la respuesta. Con esto no quiero decir que no haya que aprender geografía o historia, o la importancia de saberse de carrerilla la tabla del ocho. Pero hay que enseñarles a aplicar esos conocimientos, a distinguir entre opinión y dato científico, a ser críticos con los millones de gigas de información que tienen al alcance de sus dedos. De nada me sirve que se sepan el verbo “to be” si luego no saben pedir una hamburguesa en un McDonalds de Londres. Porque yo no fui a un país extranjero hasta los veintitrés, pero muchos de mis alumnos han estado ya en Inglaterra y necesitan de esas herramientas. 

2. Es flexible
La enseñanza tiene que adaptarse al alumnado, no al revés. Vivimos tiempos en los que las ciudades se nos han llenado de gente de otras partes del mundo, y ya todas las escuelas (al menos las públicas) saben lo que es tener niños y niñas que no hablan el idioma de instrucción de la escuela. No podemos mantener la misma metodología con alumnado nativo y con alumnado extranjero. No podemos juzgar con el mismo rasero a aquel que lo tiene todo a favor (familia estable, situación económica segura, capacidad intelectual media-alta) y aquel que tiene que hacer un esfuerzo para venir a la escuela porque la educación es lo último que se valora en casa. Nuestra materia prima son los niños y las niñas, y mi enseñanza debe ir dirigida a que ellos y ellas adquieran de mí la mayor cantidad de herramientas posibles para salir adelante en esta sociedad. 

3. Es amena
La enseñanza tiene que ser amena. Hace no mucho, una profesional del gremio vino a nuestro centro a decirnos que los niños y niñas de infantil también tienen que aprender a aburrirse. Puede que tenga razón, pero no creo que la escuela deba ser ese lugar. La escuela debe ser un lugar que provoque, que despierte la imaginación, que haga pensar, que divierta (teniendo siempre en cuenta que no es un circo; también se viene a trabajar). Considero una lección fracasada aquella en la que siento que mis alumnos y alumnas se están aburriendo. Hasta la gramática inglesa puede ser entretenida si se enfoca de la manera adecuada. 

4. Es feminista
Yo soy feminista, por lo tanto mi filosofía de la educación es feminista. Os habréis dado cuenta por el uso repetido de alumnos y alumnas, niños y niñas, maestros y maestras, pero por si no os habíais fijado, os lo repito: soy feminista. En mi clase todos y todas somos iguales, no permito que se encasille a nadie en un rol determinado. Las niñas no tienen por qué ser princesas y los niños pueden llorar cuando quieran. La escuela es el lugar adecuado para trabajar los roles de género y convertir nuestra sociedad en un lugar más justo y más abierto. La violencia de género, la homosexualidad, la sexualidad… Son temas que quizás deberían trabajarse en casa, pero como no se hace tiene que encargarse la escuela. 

5. Es laica
La religión no tiene cabida en el aula. Las cruces y velos deberían quedarse fuera, en casa y en la calle, nunca en clase. Trabajo con niños y niñas de distintas religiones y hemos conseguido vivir en armonía gracias a dejar los rezos en la puerta. Valores cívicos y ética, todo lo que se quiera. La religión, fuera. 

6. Es moderna
Si alguien del siglo diecinueve levantara la cabeza, se perdería en nuestras ciudades, se horrorizaría con los coches, no entendería el complejo entramado que es Internet. El concepto de volar de un lado para otro, el teléfono, la televisión, no digamos ya los móviles… Todo sería nuevo para esa persona. Pero en cuanto pusiera un pie en una escuela se daría cuenta de dónde está, porque seguimos con el mismo modelo educativo que se inventó con la revolución industrial. Pupitres encarando pizarras (por más que ahora sean digitales), un profesor o profesora dando la lección, silencio mientras la persona adulta habla… Seguimos con patrones que deberían haberse quedado obsoletos hace años, y nos cuesta cambiar. A pesar de todos los avances de la tecnología, en clase seguimos usando papel y lápiz y el ordenador muy de vez en cuando. Estamos en la era digital y necesitamos hacer de nuestros niños y niñas seres alfabetizados en nuevas tecnologías. No digo que el papel y el boli no tengan su lugar, pero igual que dejamos el papiro por el papel poco a poco tendremos que admitir que las nuevas tecnologías requieren su espacio.

Así, a grandes rasgos, veo yo la educación. El noventa por ciento del tiempo soy coherente con lo que pienso y actúo en consecuencia; el otro diez por ciento es viernes y estoy demasiado cansada para seguir mis instintos. Si te gusta lo que has leído, si tú también piensas así, puede que este blog sea para ti. Si eres más de tiza y silencio en el aula mientras hacen los diez ejercicios que les has pasado en la fotocopia, quizás emplees mejor tu tiempo leyendo los clasificados del periódico. 

A los y las que se quedan, bienvenidos y bienvenidas. Por favor, participad en los comentarios, y si no estáis de acuerdo, hacédmelo saber. A diferencia del profesorado de toda la vida, yo soy muy consciente de que me equivoco a menudo. Y prefiero que me lo hagan saber. 

domingo, 25 de enero de 2015

Bienvenida


Bienvenidos y bienvenidas a este blog que pretende ser una ayuda para todos los docentes ahí fuera. Soy una profesora de inglés en infantil y primaria que lleva en esto de la enseñanza más años de los que a una le gustaría admitir y que sabe una o dos cosas sobre cómo dar clase. Mi intención con este blog es compartir lo que me sale bien, lo que voy descubriendo y lo que ya he descubierto a lo largo de mi vida laboral. Aunque va dirigido especialmente a los y las novatas, espero que todo el que se pase por aquí descubra algo que le guste, que le inquiete o que le parezca innovador. 

La frecuencia de las entradas en el blog dependerá, como en todo, de mi ritmo de vida, pero espero compartir con vosotros y vosotras todas aquellas cosas que funcionan en mi clase. Con el tiempo iré abriendo nuevas secciones. Quiero hablaros de las TIC, de buenas prácticas, de recursos para el aula, de webs interesantes, y, si todo va bien, compartiré con todos y todas unidades didácticas de probado éxito (en mis clases, se entiende). Mi objetivo es que este blog sea práctico y que todo lo que aquí aparezca sean cosas que funcionan en clase y que os puedan dar ideas que llevar al aula al día siguiente o con la menor preparación posible. Sé que el tiempo de una maestra es escaso, que andamos siempre corriendo de un lado para otro y que rara vez tenemos un rato para andar buscando material interesante en Internet. Aunque mi tiempo también es reducido, creo que la colaboración entre el profesorado es muy importante y por eso quiero compartir con vosotros y vosotras todo lo que vaya encontrando por la red. 

Un último apunte. Como digo, soy profesora de inglés, por lo tanto podéis esperar que la mayoría del material que aquí ponga sea de esa asignatura (aunque muchas buenas prácticas y muchos programas de Internet son útiles para cualquiera asignatura). También trabajo en la escuela pública vasca, así que alguna vez veréis artículos o enlaces interesantes en euskera, por más que la mayoría de lo que comparta sea en castellano (por eso de que es la lengua en la que mejor me manejo y con la que quizás a más gente puedo llegar). Si sois profesores de otras asignaturas, podéis echar un vistazo también, quizás encontréis algo de interés que poder utilizar en vuestra clase. A todos y todas, WELCOME, BIENVENIDAS Y BIENVENIDOS, ONGI ETORRI, a esta mi humilde morada.